Mis oídos estallan cuando el ascensor se dispara desde la entrada de la 9ª planta hasta el vestíbulo del piso 103, a 425 metros sobre el nivel del mar. Estoy en el hotel más alto del mundo: el Ritz-Carlton Hong Kong. El hotel ocupa las 17 últimas plantas de la torre ICC, de 484 metros de altura, en la zona de Kowloon de esta intrigante ciudad.
Se puede llegar fácilmente al hotel desde el aeropuerto con el limpio y eficaz tren expreso MTR hasta la estación de Kowloon. Los huéspedes del Club disfrutan de un servicio gratuito de limusina por Kowloon. A los lugares de interés de la isla de Hong Kong se puede llegar en taxi, ferry o metro.
Las 302 habitaciones y suites se reparten entre las plantas 104 a 117, con la increíble suite presidencial de 2.800 m2 ocupando gran parte de la planta 117. Todas las habitaciones ofrecen vistas espectaculares de Hong Kong y el mar de la China Meridional, siendo la vista de la isla de Hong Kong la más deseada.
He reservado una habitación Club que da acceso al Ritz-Carlton Club Lounge de la planta 116. Aquí también es posible hacer el check-in. Aquí también es posible hacer el check-in, así que en el vestíbulo de la planta 103 me dirijo directamente a los ascensores para huéspedes que me llevan a la planta 116. El Club Lounge es el lugar perfecto para pasar el día y reunirse. Aunque el hotel tiene 302 habitaciones y está casi lleno, el Club Lounge está bastante tranquilo la mayor parte del día.
Mi habitación deluxe queen 115-20 está en la planta 115 y tiene unas vistas perfectas de la isla de Hong Kong y parte de Kowloon. Un pequeño banco bajo la ventana permite a los huéspedes sentarse y contemplar el mundo. El hotel está tan alto que por debajo pasan helicópteros y avionetas. La calle, a más de 450 metros, está tan lejos que uno se siente desconectado de todo.
La habitación en sí está bien equipada con un escritorio, una cama doble grande y un cuarto de baño amplio con dos lavabos, una gran ducha de mármol con efecto lluvia, un retrete separado y una bañera. Podría pasarme todo el día relajándome en la habitación y disfrutando de las impresionantes vistas, pero hay tanto que explorar en el hotel y en Hong Kong que apenas paso tiempo en la habitación.
Frente al Club Lounge se encuentra el Spa, con varias salas de tratamiento y vestuarios para hombres y mujeres con sauna. Desde el spa, suba en ascensor a la planta 118 para darse un baño en la piscina más alta del mundo, con ventanales que van del suelo al techo y vistas al mar de China Meridional y a parte de la isla de Hong Kong. También hay un jacuzzi y una terraza donde los huéspedes pueden hacer yoga u otros deportes. En el mismo nivel hay también un gimnasio bien equipado.
También en la planta 118, pero bien separado de la zona de spa y piscina exclusiva para huéspedes, se encuentra el bar Ozone, que sirve cócteles y tapas. Desde el vestíbulo de la planta 103 se puede acceder a más restaurantes, como el italiano Tosca y el chino Tin Lung Heen, ambos galardonados por Michelin. El Almas Caviar Bar, el Café 103 y The Lounge & Bar completan la amplia oferta gastronómica. Los huéspedes del Club también pueden desayunar, comer, tomar el té y cenar en el Club Lounge.
Las instalaciones y las opciones gastronómicas son de primera categoría, con algún que otro compromiso debido al limitado tamaño de la planta de la torre. Por ejemplo, los vestuarios del nivel de la piscina son un poco pequeños. Pero hay un aspecto que realmente destaca durante mi estancia en el Ritz-Carlton y es el servicio profesional y sin esfuerzo. Ninguna petición es demasiado y hay muchos pequeños gestos (como traer una toalla seca y agua caliente con limón sin preguntar cuando empecé a toser después de nadar) que hicieron mi estancia aún más memorable y cómoda. Si añadimos las increíbles vistas y la experiencia única de alojarse en los hoteles más altos del mundo, éste es uno de los hoteles más deseados para visitar en todo el planeta.
